Los seres humanos no podemos prescindir de nuestros semejantes. Ya desde el nacimiento el pequeño bebé requiere de la ayuda y asistencia del adulto para sobrevivir, pero también para constituirse como sujeto. Para Sigmund Freud, toda psicología individual es al mismo tiempo psicología social debido justamente a este aspecto humano de dependencia y necesidad del semejante.
En la actualidad, es un escenario frecuente observar a chicos y chicas en locales de Internet, en compartimientos separados por paneles, concentrados en mirar una pantalla de computadora y tecleando furiosamente. O cruzarse por la calle con algún joven que va mirando la palma de su mano con mucha atención, para descubrir luego que está enviando un «mensajito».
Para los docentes, hace algunos años era impensable que su clase se viera interrumpida con frecuencia por sonidos estridentes, bips, rings y músicas diversas (ringtones) que anuncian la llegada de un SMS o de un llamado telefónico. No era necesario, al entrar a clase o al iniciar una evaluación, aclarar: «Por favor, apaguen los celulares», o acordarse de apagar el propio.Contra lo que pueda parecer, estas imágenes no implican aislamiento y falta de comunicación, sino todo lo contrario. Se trata de nuevas formas de comunicación y del establecimiento de relaciones y vínculos interpersonales con la mediación tecnológica. Algo que los adolescentes han adoptado y dotado de características propias rápidamente. El libro Mi amiga Olga, de Marcelo Raimon (escritor y periodista argentino), aborda el tema de las relaciones afectivas mediadas por la tecnología. Es un librito corto, y de fácil lectura, que siguiendo la vieja tradición de literatura epistolar, contiene un compilado de mails. Marcelo y Olga se conocen a través de un anuncio en un diario y construyen su relación a través del envío de correo electrónico. Entre Buenos Aires y Madrid se intercambian ideas, pensamientos, sentimientos y, como era inevitable, asoma la posibilidad de una relación afectiva de pareja que encuentra sus límites en el espacio virtual.
En la actualidad, es un escenario frecuente observar a chicos y chicas en locales de Internet, en compartimientos separados por paneles, concentrados en mirar una pantalla de computadora y tecleando furiosamente. O cruzarse por la calle con algún joven que va mirando la palma de su mano con mucha atención, para descubrir luego que está enviando un «mensajito».
Para los docentes, hace algunos años era impensable que su clase se viera interrumpida con frecuencia por sonidos estridentes, bips, rings y músicas diversas (ringtones) que anuncian la llegada de un SMS o de un llamado telefónico. No era necesario, al entrar a clase o al iniciar una evaluación, aclarar: «Por favor, apaguen los celulares», o acordarse de apagar el propio.Contra lo que pueda parecer, estas imágenes no implican aislamiento y falta de comunicación, sino todo lo contrario. Se trata de nuevas formas de comunicación y del establecimiento de relaciones y vínculos interpersonales con la mediación tecnológica. Algo que los adolescentes han adoptado y dotado de características propias rápidamente. El libro Mi amiga Olga, de Marcelo Raimon (escritor y periodista argentino), aborda el tema de las relaciones afectivas mediadas por la tecnología. Es un librito corto, y de fácil lectura, que siguiendo la vieja tradición de literatura epistolar, contiene un compilado de mails. Marcelo y Olga se conocen a través de un anuncio en un diario y construyen su relación a través del envío de correo electrónico. Entre Buenos Aires y Madrid se intercambian ideas, pensamientos, sentimientos y, como era inevitable, asoma la posibilidad de una relación afectiva de pareja que encuentra sus límites en el espacio virtual.
Adolescencia y pubertad: problemática actual
Autor : Mónica Susana García Barthe
Autor : Mónica Susana García Barthe
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